Romper pedestales

viernes, 14 de julio de 2017

Si usted gusta formar parte de este ritual, lo invitamos a que tome un mazo (del tamaño del ideal a romper) y cante junto a nosotros canciones de esclavos, que llevan el ritmo perfecto para el golpe(1).

Sobre el amor en definitiva mis nociones son múltiples, por lo que seguramente tendrán numerosas apariciones por aquí, mas procuraré separarlas, porque si no ya sería la cátedra del amor, y quién soy yo para hablar de algo tan complejo.

Me gusta enamorarme -esa es toda una noción que mencionaré algún día- y disfruto trabajar la conquista, ser detallista, buscar a la persona. Es decir, detesto esperar a que un chico se fije mágicamente en mí. El problema es que cuando un chico me gusta demasiado, además de perder la paz y la cordura, puedo volverme un tanto idiota al acercarme, ser torpe, o demasiado insistente, lo cual por lo general termina ahuyentándolos. 

Siempre está el punto de la incertidumbre, ese particular momento en que no sé si el susodicho está interesado o no en mí, esa etapa en verdad me puede robar la calma. Prefiero una bateada contundente, que esperar eternamente en la duda. Sin embargo, hay un punto clave que logra calmar mis ansias, regresarme a un estado funcional y detener el que el sujeto en cuestión sea mi único pensamiento y tema de conversación. Ese mágico momento es cuando logro tirar al hombre del pedestal al que yo misma lo subí.

Y en este punto influyen muchas otras nociones, como el enamoramiento, el empeliculamiento(2) y mucho mucho más. Conozco un chico, me agrada y luego mentalmente lo hago el hombre perfecto, y ahí se complica todo, porque obviamente jamás me sentiré preparada para salir con el hombre perfecto, yo mujer imperfecta jamás estaré a su altura, si mantengo a ese hombre en ese pedestal, o incluso aumento el pedestal, sufriré por cuan inalcanzable es y porque yo pequeño protozoario no  merezco a una divinidad. Sin embargo, aunque me encanta andar cortejando por el mundo, disfruto el momento en que rompo el pedestal. La mayoría de las veces es por casualidad, ni siquiera es tan consciente como espero lograrlo algún día. Sucede que veo algo, o dice algo que va en contra de alguna de mis nociones de vida (lo que se supone escribo en esta sección), y entonces cae inmediatamente a mi nivel -porque desde luego un ser prefecto no podría no estar de acuerdo con mis nociones-; entonces la vida se simplifica, mi nivel de ansiedad baja, y la gran preocupación de "¿le intereso o no?", pasa a ser solo una duda pasajera que el tiempo responderá y de la cual ya no me urge la respuesta, puedo además reconocer que  mi inteligencia regresa y puedo al fin mantener pláticas sensatas con el hombre, y hasta puedo ir probando su afinidad con mis otras nociones para ver si de una vez lo descartamos, o si vale la pena esperar. ¡Oh sí!, el bello momento en que vuelvo a ser yo y la paz me abraza.

Dije que no hablaría como tal de la noción del amor, porque lo que quiero ejemplificar son los ideales inalcanzables, no mis pésimas técnicas de conquista; y bueno, el ejemplo de los chicos me parece bastante claro, pero así mismo pude haberles platicado de aquel ensayo de diez inocentes cuartillas que nos pidió el profesor, pero cuando lo hizo agregó "Si sus trabajos son muy buenos los podemos incluir en la antología que se hará", y en ese momento valí pingüino(3), yo ya no tenía que hacer un ensayo de diez cuartillas, yo "tenía" que hacer el mejor trabajo para que pudiera ser incluido en esa antología, ¿y quién dijo que "tenía" que hacerlo así?, pues yo, y en realidad mi subconsciente, porque esta anécdota resumida que cuento ahorita me costó un par de años descifrarla. Lo único que supe fue que hice una investigación bastante profunda del tema, pero nunca pude entregar el ensayo(4), simplemente porque no era perfecto y no iba a estar al "nivel" que "debería" estar para ser impreso entre los otros perfectos ensayos.

El punto es que ya sea con el chico de ojos bonitos, o el ensayo digno de antología, lo que sucede es que mi linda cabeza decide volver inalcanzable la meta, y por lo tanto se vuelve en realidad inalcanzable, porque siempre pensaré que mis esfuerzos no serán suficientes para lograrlo, y los descartaré incluso antes de hacerlo.

Este es el momento en que pretendo que agarren el mazo (imaginario, por favor) y rompan los pedestales que han creado para otras personas, o para sus objetivos, y se den la libertad de abrazar a esa persona o a esa meta de igual a igual. A la altura en la que estamos debe estar todo lo demás. 

Ahora me siento extraña. En lugar de contarles mis nociones de vida, siento que estoy escribiendo un blog de autoayuda, pero bueno, ese tema tiene sus propias nociones y amerita su entrada.

Si alguien leyó hasta aquí, le agradezco la paciencia, y espero que en mis palabras encuentre algo, lo que sea que busque en ellas. 

Espero algún día lograr divorciarme de la búsqueda de la perfección, en mí, en los otros y en lo que hago. Lo que al fin he aprendido es a disfrutarme en mi imperfección.

(1) Y retomando la idea del  canto de los esclavos, uno en verdad se vuelve esclavo de sus ideales inalcanzables, y de sus propias ansiedades.
(2) Empelicularse- ¡El neologismo del año! Agradezco a Emperatriz Miranda que me haya compartido esta palabra de uso popular que permanecía desconocida para mí. El término refiere a cuando te gusta alguien y haces en tu cabeza toda una película con esa persona.
(3)Valer pingüino- Sinónimo de valer madre, pero desde que tengo un sobrino que se espanta con las palabras malsonantes, sustituí casi todas con pingüinos, solo porque me gustan los pingüinos.
(4) Para quitarme la espinita del ensayo (y además para pasar la materia) dos años después ¡en serio, dos años! terminé ese trabajo (cuando me di cuenta que la razón porque lo aplacé fue el haberlo vuelto inalcanzable), solo que en lugar de ensayo hice un booktube que comparto con ustedes gustosa. https://www.youtube.com/watch?v=VsujySHPpDk&t=6s

1 Comentario:

Gustavo Bravo dijo...

Así sucede y a veces es uno el del pedestal y lucha uno mismo para que nos bajen de ahí pues no somos perfectos y esa idealidad no es sana.