Cronista sin ciudad. Parte uno.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Hace algunos años escuché el atractivo término cronista de la ciudad, no sabía a ciencia cierta quién era o que hacía, pero me fascinó, y mi niña interna -que aún desea ser casi todo lo que escucha- se embelesó con esa figura.

Pasó el tiempo y aquel título se escondía entre muchos otros gustos e interés en el cajón etiquetado con el bisílabo después. Un día al abrir el archivero cayó la nota del recuerdo sobre la mesa, y con una curiosidad aún mayor a la inicial comencé a buscar más del tema, quiénes eran los cronistas de la ciudad, qué hacían, quiénes los hacían, y cualquier dato interesante al respecto. Me enfoqué en las ciudades que siento mías y con asombro descubrí que en una ¡un tío era el cronista!, y yo perdida en mi lado del mundo sin saber como llegar a aquel universo extraño y atractivo. Cabe aclarar que es un tío de esos que he visto en no más de cinco entierros, y quizá alguna celebración. Seguí buscando y al llegar al listado de la Ciudad de México vi con gran felicidad que una poeta que considero amiga formaba también parte del listado. Leí diversas fuentes y nombres, divagué, sentí ese cosquilleo interno que susurra sigue este camino, a lo mejor es el tuyo, y después de varios días en ese tema, tomé la información adquirida, la coloqué en un sobre, esta vez identificable, y sin darme cuenta lo metí nuevamente al mismo cajón.

Otra vez pasó el tiempo. Pero esta vez fue menos, cinco meses y ocho días, para ser exactos. Bastó escuchar en mi cabeza el término y el estro se encendió sin medida, así que me dije Es el tiempo, me senté con esa decisión que suele espantar a mis amigos, abrí el archivo del octubre pasado y comencé a recordar mis notas ¡un momento! La vez pasada ya pretendía ejercer este oficio, pero me encontré con el problema burocrático, y no me refiero a que al ir al palacio municipal a meter mi solicitud formal por escrito, once copias y firma del perico, me hayan rechazado; sino al paso anterior, descubrí que no tenía ciudad, y eso fue lo que me hizo archivar en esa ocasión esta idea.

Si usted no me conoce creerá que estoy algo loca al afirmar que no tengo ciudad. Si usted me conoce sabe perfectamente que es algo de lo que me identifica. Sea cual sea su caso en la siguiente entrada (para disminuir su suplicio) explicaré a detalle este debate interno para elegir ciudad.



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