Autobiografía, (o “ahora vengo, voy a llorar”)

jueves, 1 de marzo de 2018


Quizá deba estudiar más idiomas
todos los que el TDA permita
para encontrar todas las palabras
que yo no sé, pero mi alma grita.

Me quedo corta, siempre muy corta,
al adjetivar este Universo,
fracaso en la transmisión escrita
de lo que imagino pienso y siento.

Y es que es tantísimo lo que siento...

Lo que escucho, miro y lo que ad-miro.
Si hoy apareciera un color nuevo
y solo un ser alcanzara a verlo
¿Cómo describiría su encuentro?

Tal vez muchos ya lo habrían visto,
pero al no saber cómo expresarlo
creyeron vivir una locura,
fingiendo mejor no conocerlo.

Si yo no encuentro en el Vademécum,
ni en los DSM, cuatro ni cinco,
el sentir que me consume dentro
¿Cómo explico lo que ahora vivo?

Es tan simple como complicado,
somos distintos, querido amigo,
pero no hallo como compartirte,
que hay un cosmos viviendo en mis centros.

Si el viento cambia, mi ánimo lo hace,
un sutil vibrar, mi ser inquieta,
de los sonidos ¡ya ni te digo!
el más fino me hace estremecer.

La naturaleza me gobierna,
completa me recorren sus ciclos,
y yo, busco hallar un equilibrio,
de mis ríos de paz y delirio.

Si tropiezo acaricio al abismo,
mas al amar, te juro que vuelo;
lo primero jamás te deseo,
del segundo, aunque sea un atisbo.

No he encontrado algún receptáculo
con la capacidad suficiente
que con este amor no se desborde
y por no contenerme, se quiebre.

Ya veo, no soy yo, es el volumen.

Si quieren hallar mi magnitud,
me podrían medir en amperes,
pues la intensidad es mi unidad,
para vivir, sufrir o gozar.

Mi cuerpo vibra tal como mi alma,
la energía danza entre mi ser,
mis manos anhelan tener habla,
por ello no cesan de bailar.

En un torrente de sensaciones
viven mi espíritu, así mi piel,
el mundo externo ya es demasiado
para tener que lidiar con él.

Y sigo pensando en las palabras,
para poder darte a conocer,
que a este ser lo habita otro mundo,
que soy calma y también tempestad.

Escribanos con confianza