Dejar de ser

miércoles, 30 de agosto de 2017

Se necesitan clases para ser invisible,
para caminar sin dejar rastro,
ser aquella de quien nunca han sabido el nombre
y mucho menos qué hace en estos lares.

Confundirme entre la multitud hasta no verme,
Ser silenciosa, no alertar al universo mi presencia,
¡Ja! silenciosa... ¿me pueden imaginar?

Perdón, les decía, solicito clases para ser invisible.
Mi segundo nombre significa antorcha resplandeciente,
¿Se puede brillar y no ser visto? no estoy segura.

Ayer un tipo me dijo que en realidad me gusta ser vista,
le dije que sí, que así somos en mi familia, en mi tierra.
Ustedes nunca vieron a mi abuela gritar desde la cocina,
al vendedor que pasaba por la calle al otro lado de la reja,
ni escucharon las carcajadas de mi tía Olivia,
ah, la tía Olivia, ella sí que era estruendosa
y era encantadora, así, ruidosa y malhablada.

¿De qué hablábamos? Claro, ser invisible,
pensándolo bien, no me queda ese traje,
modular la voz y vestirme en escala de grises,
callar a menos que sea de vital importancia hablar,
y bajar la antorcha a solo un cuarto de luz.
¡Qué aburrido!

¿Saben? olviden eso de las clases,
que sea invisible quien nació para ello,
yo nací para brillar.

Escribanos con confianza